Sep 27, 2014


Me recomendaron esta novela como una manera de entender el lamentablemente actual conflicto árabe israelí. Justo había terminado 1Q84 y buscaba algo diferente, así es que comencé. Desde el primer minuto atrapa, está muy bien narrada, dan ganas de saber qué pasa con Samuel desde la primera página. 

La historia comienza con una periodista que va a conocer la versión de un judío que vive en unas tierras que antiguamente eran de los árabes. Allí el anciano que la atiende comienza a contarle la historia de sus antepasados, cómo huyeron de los pogromos en Rusia y llegaron hasta el lugar en que están hoy. 

En lo personal me resulta muy interesante cuando una historia parte en el tiempo actual y luego se hace un recuento. Uno sabe desde la primera página que Samuel tuvo un hijo, pero se debe conocer todo lo que pasó para llegar hasta aquello.

La periodista conoce la versión de Ahmed y Ezequiel le narra la historia desde el punto de vista de Samuel. Resulta muy interesante cómo se van intercalando los relatos de manera perfecta y cómo se van destruyendo muchos prejuicios que se tienen contra los judíos, gracias al personaje de la periodista. 

Uno puede entender por qué los judíos comenzaron a armarse y a defenderse. Ojo, digo entender, porque una cosa es entender y otra es compartir. No comparto nunca el enfrentamiento armado, pero siempre he creído que hay que estar en los zapatos de alguien antes de ponerse a juzgar.

¿Cómo se vive siendo apátrida? ¿Qué tan importante es tener un pedazo de tierra, un lugar propio, en donde poder echar raíces? Resulta difícil conciliar ambos puntos de vista porque, a pesar de ser opuestos, tienen los dos un poco de razón. Por un lado, ¿cómo es que los árabes palestinos de pronto se convierten en extranjeros en su propia casa? Por otro lado, si los judíos han llegado, trabajado y se han establecido en esas tierras, ¿por qué tendrían que irse? La pregunta que traspasa toda la novela es ¿por qué no se puede compartir la misma tierra?

Samuel es un hombre que más bien deja que el destino decida por él. Ha sufrido tanto, que no le importa demasiado el lugar en donde está ni las personas con las que comparte. Por otro lado, los Ziad son una familia árabe muy apegada a sus tradiciones, sin embargo eso no impide que se forje una sincera amistad.

El final toma un giro inesperado, hasta las últimas páginas yo al menos no me lo imaginé. No lo contaré para no arruinar la historia.

Recomendadísima. Me gusta mucho cuando una novela me atrapa al punto de no querer parar de leer. Eso no siempre sucede.

Algunas citas que me llamaron la atención:

Todo lo malo que me ha sucedido ha sido por ser judío. A mi familia la asesinaron en un pogromo, perdí a mi madre, a mis hermanos, a mi abuela... ¿Quién querría ser judío después de eso? Yo no quería.

Me parece absurdo que los hombres nos peleemos por creer que el Dios al que rezamos es mejor que el Dios de los otros.

Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando.

Olvidáis lo principal: la conciencia.

Habían sentido un desgarro al emigrar, y ahora que se abría una puerta para el retorno volvían a sentir el mismo desgarro. ¿Se puede amar a dos patrias a la vez? 

A veces lo más sencillo es la verdad.

Tengo la impresión de que los acontecimientos han decidido por mí.

La realidad será la que queramos que sea.

Os han prometido un hogar en una tierra que no les pertenece.

La realidad no es más que el reflejo de las acciones de los hombres, de manera que la realidad se puede cambiar. 

Nunca he permitido que ni la tierra ni la religión marcaran mi identidad. Sólo soy un hombre que quiere vivir en paz, no importa dónde.

Palestina es vuestra patria, nunca diré lo contrario, pero también es la nuestra.

Hay momentos en la vida en los que uno no debe decidir para no traicionarse a uno mismo. 

La una había nacido en Jerusalén y la otra en Vilna; una cubría su cabello con un velo y siempre vestía una túnica que le tapaba todo el cuerpo, la otra llevaba las piernas y los brazos al descubierto, vestía pantalones y jamás bajaba la mirada cuando le hablaba un desconocido. Pero aquellas diferencias se habían ido achicando hasta ser irrelevantes en unas vidas en las que la única medida era la amistad y el afecto.

De la noche a la mañana miles de judíos se convirtieron en canteros, herreros, marineros...

No me complace la violencia, pero es inevitable.

¿Acaso es un amigo aquel al que le abres la puerta de tu casa y, una vez dentro, te quiere expulsar?

Mataré a cualquiera que me tache de traidor. Pero también defenderé mi derecho a elegir a mis amigos y a discrepar de algunas de las acciones de los nuestros.

Insensible a cuanto sentíamos, la vida continuó con su rutina.

Rezar de manera diferente no nos hace diferentes.

Ningún animal es capaz de hacer lo que han hecho los nazis.

Auschwitz nos estaba helando la sangre. Era una ciudad, una pequeña ciudad levantada con un único objetivo: asesinar.

No ha sido obra de locos, sino un plan perfectamente pensado, organizado, ejecutado. No hay un ápice de locura en lo que han hecho. ¡Por Dios, Gustav, no les disculpemos llamándoles locos!

¿Qué sentido tendría volver como extranjeros a su propia patria?

La verdadera patria de los hombres es la de la infancia y en la tuya habitaban Wädi y su familia, los Ziad (...) Estáis unidos por lazos que ni él ni tú podrán romper por más que os empeñéis.


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